Sin embargo, el entorno en el que operan las universidades está evolucionando rápidamente. Restricciones presupuestarias, tensiones geopolíticas internacionales, crisis globales relacionadas con el clima y la salud, junto con el acelerado progreso tecnológico y el cuestionamiento de la libertad académica y la autonomía universitaria, plantean importantes desafíos para ofrecer una educación universitaria de alta calidad en un mercado local y global cada vez más competitivo, con una multiplicidad de operadores.  Las demandas económicas y sociales y el cambio tecnológico han hecho necesario el aprendizaje permanente, lo que desafía los métodos y contenidos tradicionales de enseñanza, y ha acelerado la necesidad de una más ágil transferencia a la sociedad de los resultados de investigación.

La universidad tiene que estar alineada con los factores externos que condicionan sus actividades y que están forzando cambios significativos en sus misiones fundamentales:

• Cambios en las políticas, a menudo resultantes de la presión sobre la financiación de los servicios públicos, que afectan directamente a la universidad, con una demanda en aumento para una mayor eficiencia y efectividad
• La globalización de la educación superior, particularmente en lo que se refiere al talento investigador y estudiantil y a la movilidad de los estudiantes
• La digitalización y las nuevas tecnologías y, en concreto, la inteligencia artificial
• Cambios en las expectativas de los actores que influyen en la educación superior
  • Desde los gobiernos se reclama mayor transparencia y rendición de cuentas, así como una mayor responsabilidad social y contribución al crecimiento socioeconómico.
  • Desde el mercado laboral se requiere que las universidades formen en las capacidades que demandan las nuevas tareas en la industria y las empresas, tanto públicas como privadas, como del tercer sector, que se fomente la innovación y el emprendimiento, que las universidades contribuyan a mejorar la competitividad a través de la colaboración y el acceso compartido a infraestructuras y recursos humanos.
  • Los estudiantes reclaman una experiencia universitaria con mejores servicios y mayor participación, con modos de aprendizaje más flexibles y que aumenten su empleabilidad.

La infrafinanciación crónica e hiper-regulación de las universidades públicas españolas dificultan su respuesta a estos desafíos y ponen en cuestión su relevancia e impacto como agentes de transformación.  En este contexto, es necesario desarrollar estrategias para reforzar su capacidad de autonomía, resiliencia y adaptación y así ofrecer una mejor experiencia al estudiantado, un entorno de trabajo favorable al profesorado y al personal en general y, en suma, un mejor servicio a la sociedad.

• Como entidad prestadora de servicio público, la UAM tiene que estar comprometida con el conocimiento y la cultura, la ciencia y las humanidades, con el diálogo y con el respeto, con la inclusión y la diversidad, con la democracia y los derechos humanos, con la justicia social y la solidaridad, conceptos que nos definen como universitarios y como ciudadanos.